Amaneciendo acontecía, aquella serenidad repercute indolentemente, causando estremecimiento, caos, angustia, clamores desdeñados, inconscientes. Aparecían paredes, escondidas exoneraban cualquier pecado moralmente inculpado, determinando destinos impredecibles, comparándolos descabelladamente cualesquiera `ondefuera. Producían tristeza, ablandadas derramando silencio imprudente, enfermo, acobardado, inaguantable. Millares de tentáculos relucientes procuraban arrancar ropajes, desnudando atrapadas doncellas, felizmente secuestradas. Derritiese cercano suelo, infelizmente atrapado rodillarriba pataleaba inútilmente seriamente alterado. Envuelto entre cobijas.
Contingencias bélicas comandando aguaceros, relámpagos, feroces truenos. Reventaban tejados sonoramente, ensordeciendo prejuicios nocivos, desfigurados, complejos, torpemente aparentados, callaban antiguas canciones, interpretadas silenciosamente, violines, saxo, trombón, algunos trinos, aquel director. Batuta diestra levantaba ventarrones, traídos lejanos atardeceres, agonizantes, perpetuamente agonizantes, enfureciendo titanes, demonios, volcanes, soldados, impotentemente atrapados, contenidos, enjaulados. Selváticas regiones, arrasadas. Paramos, estepas, monte virgen, incendiados. Centauros, grifos, ninfas, olvidados. Violencia desatada, dolores, pánico, vicio, desahucio. Soledades, cobardías, frialdades, desesperaciones. Esquizofrenia, enfermedades, cólera, locura, desencadenó aquel vengativo dios.
Héroe acobardado, espada oxidada, honor abatido. Espíritu burlado. Frustración amargura, culpa, pecado, cruz, ignorancia. Dolor profundo carcomía blanquecino corazón. Pesados yugos evitando fugarse prófugos inocentes. Pleitos perdidos. Rencores guardados. Volcán interior.